Eran las 4 de la mañana y cruzaba miradas en el espejo con alguien que se parecía a mi.
La rutina, los horarios, el ritmo frenético… Y es que ya no nos acordamos muy bien como era eso de estar en equilibrio. Hace mucho tiempo que no hay tiempo para el orden. Y es que las chicas de treinta y’s… ya no tienen tiempo para peinarse, reír, llorar o leer a gusto. Con suerte te sabes de memoria el camino de vuelta a casa y ya.
No hay tiempo para estar al día en de los super alimentos, las clases de yoga, el hit del momento, los detox, las cremas, o el libro que todos leen o los updates de toda tu gente. No hay tiempo. Las líneas de expresión ya cuentan más horas de insomnio de lo que te imaginas y tus ojos se vacían de ganas.
A los 5 días y a esa misma hora, esa que se parecía a mi me volvió a mirar para decirme que no había imperfecciones ni curvas que no hicieran poderosa a una mujer, (yo asentí con la cabeza, y puse la cara en forma de smiley de whatsapp) y continuó diciendo que la única dieta que hay que seguir es la de comerse el mundo, que no hay poco tiempo, sino prioridades. Que no hay explicación a no desgastar las suelas de los zapatos ni las ruedas sobre el asfalto, y que lo importante es tener los ojos de miel, el corazón de alegría y las noches de orgasmos.
Que somos supermujeres y que todo irá bien. Todo estará bien en este mundo que gira y gira y solo intentamos seguir el baile.
Aunque no lo parezca…